2014 - Bicentenario de la Campaña Naval Libertadora Browniana en el Río de la Plata AYUDA CHILENA A LA GRAN BRETAÑA
"Sin la
ayuda de Chile, hubiésemos perdido la guerra en Malvinas",
admitió un ex oficial inglés. Sidney Edwards, el encargado de llevar
adelante las negociaciones con Matthei, el comandante de la Fuerza Aérea
chilena, cuenta la historia de la alianza secreta en un libro:
El apoyo
chileno a Gran Bretaña en la guerra de Malvinas fue clave para que el
gobierno de Margaret Thatcher consiguiera la victoria en el disputado
archipiélago.
Así lo
afirma en su primera aparición pública Sidney Edwards, el oficial enviado
por la premier conservadora a Santiago para conseguir el apoyo secreto de
Augusto Pinochet.
"Mi
opinión personal - y creo que fue compartida por mis jefes en el Ministerio
de Defensa y por Margaret Thatcher- es que la ayuda que recibimos de parte
de Chile fue absolutamente crucial. Sin ella, hubiésemos perdido la guerra",
aventuró Edwards, un ex oficial de la Real Fuerza Aérea británica (RAF), a
la revista chilena Qué Pasa.
Durante la guerra, que comenzó en abril de 1982 y duró dos meses-, Chile
adoptó públicamente una posición de neutralidad pero, sin embargo, siempre
se rumoreó que había prestado apoyo logístico a Londres, algo que finalmente
se confirmó hace dos años, al publicarse los archivos oficiales de esa
época.
A los 80
años, Edwards decidió salir a contar su historia en el libro My Secret
Falklands War (Mi Guerra de las Malvinas secreta).Allí cuenta que él fue
elegido para llevar adelante las negociaciones en Chile por su dominio del
idioma español -tras haber sido agregado aéreo en Madrid- y su experiencia
en operaciones conjuntas de inteligencia con otros países.
Edwards
contó que el mismo día en que llegó a Santiago de Chile fue recibido por el
comandante jefe de la Fuerza Aérea chilena, Fernando Mathei. "El general
Matthei me dio la mano cálidamente -cuenta Edwards en su libro-. Me ofreció
cooperación total dentro de los límites de lo práctico y de lo
diplomáticamente posible. Enfatizó la necesidad de mantener el secreto". El
aviador dijo que entendía la delicadeza de las relaciones entre los dos
países y continuaron conversando.
"No pude
creer la cooperación que logré con él y, por supuesto, con el resto de sus
oficiales -continúa Edwards-. Obviamente el general Matthei era un hombre
muy pragmático y sabía dos cosas clave: que si Chile no nos ayudaba en la
guerra, después los argentinos caminarían derecho a tomar las islas del
canal Beagle. Lo otro es que Matthei sabía que ésta era una oportunidad
ideal para conseguir armamento, inteligencia y otras cosas que normalmente
no habrían conseguido".
En su
libro, Edwards describe en detalle todo el operativo en Chile, con nombres y
fechas, a pesar de que fue obligado a eliminar todo registro escrito de
aquella época. "Éste fue un periodo muy relevante en mi vida y lo tengo muy
fresco en mi memoria", dice.
En su
libro, Edwards comenta que el hecho de que en Chile rigiera una dictadura en
ese momento facilitó su trabajo, ya que consiguió rápidamente documentos de
identidad falsos.
Además,
manejaba como si fueran propias las oficinas centrales de la Fuerza Aérea
chilena y desde allí coordinó el uso de un radar de largo alcance en Punta
Arenas, que permitía ver los movimientos aéreos en Ushuaia, Río Gallegos,
Río Grande y Comodoro Rivadavia. También desde allí coordinó, junto con
Londres, la llegada a Santiago de un equipo del Servicio Aéreo Especial
británico (SAS) con un sistema satelital de comunicaciones seguro.
Para el
piloto, ese radar fue la principal contribución a la misión británica.
"Lo más importante fueron los
avisos tempranos de ataques aéreos", dice el ex piloto. "Sin éstos,
cuando tenés un fuerza de mar sólo con una pequeña defensa aérea, como
teníamos, habríamos tenido que montar patrullas aéreas de combate carísimas
y aviones volando constantemente, listos para interceptar intrusos",
argumenta.
Además, Matthei dejó a su disponibilidad la pista de aterrizaje ubicada en
la isla San Félix, a 892 kilómetros de la costa chilena -el gobierno no
quería exponer los aeropuertos continentales-, para misiones Nimrod, que
permitían volar a aviones británicos pintados con los colores chilenos a
gran altura cerca de la frontera con la Argentina y obtener información de
lo que pasaba en el país.
SIN CONTACTO CON PINOCHET
Edwards
remarca que nunca habló con Pinochet durante la misión y que se trató de un
"hecho deliberado". "Él [Pinochet] quería tener una especie de cláusula de
escape, para poder negar que tuviera conocimiento de mí. Me parece que lo
que quería hacer era que si cualquier cosa salía mal, él podría decir: «Fue
Matthei, yo no sabía lo que él estaba haciendo»", explica el piloto.
Tras el
final de la guerra, el 14 de junio de 1982 y con un saldo de más de 900
muertos, Edwards se quedó unos días más en Chile y salió a festejar al
boliche Las Brujas. "Muchos de nuestros colegas chilenos se nos unieron allá
y parecían tan contentos como nosotros con la victoria", recuerda el piloto.
Al regresar a Londres,
fue condecorado con la Orden del Imperio Británico por sus servicios. "Pero,
para evitar atraer atención al vínculo con Chile, no me pondrían como parte
de la lista de la guerra de las Falklands [como llaman en Gran Bretaña a las
Malvinas]", dijo.
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