Campaña Antártica  1961-1962

Primer vuelo argentino al Polo Sur protagonizado por aviones de la Armada Argentina 

Esta campaña se ha destacado por la compleja e importante cantidad de tareas realizadas y fundamentalmente porque durante la misma, se llevó a cabo el histórico vuelo y aterrizaje de dos aviones navales en el Polo Sur, operación que fue apoyada por el Grupo Naval Antártico que, como se verá, tuvo una importante actuación en el desarrollo de una base secundaria, que fue necesario desplegar para el reabastecimiento de las aeronaves en su viaje al Polo.

 La planificación de la campaña, excepto el vuelo al Polo, tuvo su origen en la Orden de Operaciones del Comando de Operaciones Navales Nº 17 “S” / 61. Sobre la base de ella el Comando del Grupo Naval Antártico, redactó su Orden de Operaciones Nº 4 / 61 donde se impuso la siguiente MISIÓN: “sostener los destacamentos y bases existentes y en desarrollo, ocupar los refugios Petrel, Teniente Jubany y Cobett, incrementar el conocimiento del área marítima, cooperar en los trabajos de investigación y en el conocimiento de los recursos del suelo y cooperar con el Instituto Antártico Argentino, a fin de contribuir a mantener la acción iniciada en el Sector Antártico Argentino”.

 A esos efectos se organizaron los medios disponibles del Grupo, al mando del capitán de navío D. Jorge E. Pernice, dividiéndolo en Unidades de tareas (U.T) y fijándole las tareas de la siguiente forma:

U.T.7.1 – Unidad de penetración

Rompehielos ARA “Gral. San Martín” –  capitán de fragata. D. Fulgencio M. Ruiz.

 Debía transportar personal, material y abastecimiento para las bases Matienzo (en dos viajes a Robertson), Ellsworth y Belgrano, inspeccionando además la base de Ejército Gral. San Martín y retirando de ésta el material a rescatar. También debía determinar la practicabilidad de la ruta oeste del Weddell, y prestar apoyo a toda unidad con dificultades producidas por el hielo.

U.T.7.2 – Unidad de Transporte

Transporte ARA “Bahía Aguirre” – capitán de fragata. D. Marcos A. Bengoa.

 Su tarea consistía en relevar y reaprovisionar los destacamentos navales Decepción y Orcadas, la Base de Ejército Esperanza, desactivar y evacuar el Destacamento Melchior.

 

U.T.7.3 – Unidad Hidrográfica

Buque Hidrográfico ARA “Chiriguano” – capitán de corbeta D. Benjamín Aguirre

 Tenía que apoyar a la unidad de reaprovisionamiento mientras permaneciera en el teatro de operaciones, realizar tareas hidrográficas, trasladar personal para tareas científicas, habilitar e inspeccionar los refugios Tte. Jubany, Petrel, Ballvé y Cobett e instalar en Decepción los boyones para el amarre de hidroaviones.

 

U.T.7.4 – Unidad de reaprovisionamiento

Buque Tanque ARA “Punta Médanos” – capitán de fragata. D. Eduardo H. Fraga

 Se le fijó un cronograma de reabastecimiento que debía realizar en el teatro de operaciones, al resto de las unidades e informar, durante su permanencia, las condiciones glaciológicas que fueran encontrando.

 

U.T.7.5 – Unidad Aeronaval

Dos helicópteros S-55 y dos aviones Beaver – capitán de corbeta D. Rubén M. Paccagnini.

 Debía ejecutar: exploraciones, reconocimientos de hielos y derrotas, reaprovisionamientos, rescates y traslados a orden y determinar y señalar, zonas aptas para pistas a lo largo de la ruta oeste del Weddell.

 Para todas las unidades navales existían tareas comunes de oportunidad; oceanográficas, científicas y de balizamiento según la zona donde operaran.

 

U.T.7.6 – Reparaciones electrónicas – teniente de navío D. Federico G. Berlanga y U.T.7.7 – Unidad Servicios de Playa – teniente de fragata IM D. Argimiro Fernández.

Por último:

La U.T.7.8 – Unidad de exploración y reconocimiento aerofotográfico

 Constituida a partir del 5 de diciembre, era la encargada de explorar la ruta oeste del Weddell, haciendo un reconocimiento aerofotográfico de las zonas adyacentes, especialmente en Ellsworth y Belgrano, y hacia el sur hasta la máxima distancia posible de la barrera. Para este vuelo se debía confeccionar un plan subsidiario. Se materializó en el Plan del Comando de Transportes Aeronavales Nº 1 “C” / 61, que se agregó a la Orden de Operaciones Nº 4 /61 del Grupo Naval Antártico como Nº 5 “C” / 61 (Plan Ruta Oeste). Dada la trascendencia de esta operación, y para un mejor relato pormenorizado, la misma se describirá por separado.

 

El Comando resumió en dos, los aspectos sobresalientes de la campaña a realizar, el primero: satisfacer totalmente los requerimientos del Ejército y de la Fuerza Aérea en lo relativo a la habilitación de la base conjunta Tte. Matienzo y el segundo cumplir la operación Ruta Oeste, sobre todo su parte más destacable, el vuelo hasta un punto lo más al sur posible de lograr.

 Las pocas `penetraciones que se habían efectuado al mar de Weddell, lo fueron por el este, lo que provocaba largas navegaciones que llegaban hasta las longitudes 15º / 20º W, en busca de una derrota favorable, para luego caer al sur al encuentro del canal costanero. A raíz de este inconveniente se pensó en la utilización de una ruta más directa por el oeste, próxima a la costa de la península antártica. Ese era el propósito de la operación “Ruta Oeste”, que se debía ejecutar por aviones navales, los que una vez sobrepasadas la base Belgrano y Ellsworth, debían continuar su viaje lo más al sur posible, llegando en todo caso hasta el Polo.

 Existían indicios de que esa ruta era factible transitarla a principios de la primavera con relativa facilidad, teoría que fue corroborada por información recibida de pilotos ingleses, que sobrevolaron la zona el 20 de octubre de 1961, encontrando que estaba libre de hielos entre el estrecho Antarctic e isla Robertson. Por este motivo, la planificación indicaba la conveniencia de una iniciación temprana de la campaña, a efectos de aprovechar ese momento favorable para la penetración del Weddell por el oeste y el posterior arribo a la isla mencionada donde se estaba construyendo la base conjunta Tte. Matienzo.

 Otro de los factores que incidían en la realización de la campaña, era la directiva que luego se repetiría a lo largo de los años, de economizar el presupuesto, por lo que el Comando consideró conveniente: “comenzar a operar en fecha lo más temprana posible y asegurar el máximo aprovechamiento del tiempo y en número de buques, mediante una estrecha coordinación tanto durante la planificación, como durante la supervisión de la acción planeada”. Este concepto de la operación, condujo a la redacción de una planificación en apariencia exageradamente rígida y detallada, que produjo algunas críticas, ya que no concedía la adecuada libertad de acción a las unidades de tareas para cumplir las órdenes. Sin embargo es lícito reconocer que el Comando del Grupo se encontraba obligado a redactarla en forma rígida y detallada, porque respondía a la necesidad del encuentro entre distintas unidades, para efectuar traspasos de carga y personal, o reaprovisionamientos entre buques.

 En lo que respecta al plan denominado Ruta Oeste, la tardía decisión tomada por las autoridades superiores encargadas  de autorizar el histórico vuelo, influyó decisivamente en el plan de Grupo, que ya se hallaba  terminado y próximo a su redacción final.

 Con el objeto de corroborar la factibilidad de la utilización de la ruta oeste, se realizó un vuelo de exploración temprana el 22 / 24 de octubre de 1961 con un avión DC- 4 de la Armada, en el que además se trataba d que los pilotos se adiestraran en el recorrido de la zona, y se comprobara la bondad de los pronósticos meteorológicos que debían emplearse para la seguridad del vuelo al Polo. Se comprobó que el mar de la Flota se hallaba libre de hielos y que al este de Decepción, era operable por cualquier tipo de buques.

 Por todo eso se decidió que los buques zarparan al término de sus alistamientos fijando las siguientes fechas: “Chiriguano” 27 de octubre, “Punta Médanos” 3 de noviembre, “Gral. San Martín” 6 de noviembre y “Bahía Aguirre” entre el 10 y 12 de noviembre. La fecha de zarpada del rompehielos, había sido fijada para hacerlo junto con el buque hidrográfico, pero se debió posponer por atrasos en la finalización de las reparaciones. No obstante no se consideraba inadecuada la llegada a la Antártida antes que el rompehielos, de los dos buques nombrados en primer término, porque era necesario respetar ciertas fechas, que habían sido prefijadas, tratando de no desarticular el Plan desde antes de zarpar y aprovechar que la zona donde iban a operar, tenía condiciones de glaciología favorables.

 

Desarrollo de las operaciones. Averías de los buques causantes de demoras y consecuentes modificaciones del Plan. Penetración del rompehielos en el Weddell Oeste

Habiendo zarpado los buques en las fechas mencionadas, se preveía que el buque hidrográfico arribaría primero a la zona de operaciones, pero no fue así porque, a partir de su zarpada comenzó a acusar inconvenientes de diversa índole, que se tradujeron en definitiva en una demora en su arribo al mar de la Flota, que se produjo luego del “Punta Médanos” y del “San Martín”. También este último, inmediatamente después de la zarpada, comenzó a informar anormalidades en su funcionamiento. A la altura de las Islas Malvinas, el día 7, considerando el atraso que llevaban los dos buques con averías, se le ordenó al buque tanque que se dirigiera a Orcadas, alterándose así el plan original, ya que justificaban esta decisión, las informaciones favorables del destacamento y la necesidad de enviar tempranamente a la dotación entrante y el grupo de trabajo.

 Hasta una distancia de 5 millas de la costa, en la bahía Scotia no había nada de hielo, pero dentro de esta distancia se encontró un campo que, al intentar cruzarlo el “Punta Médanos”, le provocó serias averías en se proa, a raíz de las cuales el 10 de noviembre se lo destacó al mar de la Flota, donde navegó y gareteó hasta el día 14, que se reunió con el rompehielos para entregarle personal y materiales de diversos destacamentos y refugios, que iba a tener que desembarcar, ante las averías que había sufrido el casco del “Punta Médanos”.

 Para encontrarle a éste un fondeadero seguro y libre de hielos, exploró el “San Martín” diversos puertos, eligiendo finalmente bahía Esperanza, donde se dirigió el petrolero apoyado por el “Chiriguano”, con la orden de permanecer en las condiciones en las condiciones en que se encontraba, durante todo el tiempo que su presencia, fuera necesaria en la zona de operaciones. A raíz de estos problemas el rompehielos tuvo que hacerse cargo de las tareas ordenada para Decepción, Jubany y Petrel.

 Una vez finalizadas, con el personal destinado para la base conjunta Tte. Matienzo, el 17 de noviembre comenzó su traslado a ella. A la altura de la isla Cerro Nevado, se notó que la situación glaciológica había evolucionado en forma totalmente desfavorable, desde el día en que los ingleses habían explorado la ruta y al tercer día ya se volvió intransitable. Esta circunstancia hizo pensar por momentos, que se debía regresar a aguas situadas más al norte, pero esto significaba abortar las dos operaciones más importantes de esta campaña: satisfacer los requerimientos de las otras dos fuerzas con respecto a Matienzo y posibilitar el vuelo de la U.T.7.8.

 En consecuencia se adoptó la decisión de continuar la penetración, a pesar de las muy desfavorables condiciones del hielo y de los inconvenientes ya producidos en la planta eléctrica y en el timón. Por lo tanto navegó despaciosamente cubriendo 180 millas en diez días y arribó finalmente a la isla Robertson, donde desembarcó el material y personal de Matienzo, y lo necesario para armar la Estación Aeronaval Temporaria Capitán Campbell, nombre con el que fueron bautizadas las instalaciones para el apoyo del vuelo de los aviones navales, que debían cumplir el Plan Ruta Oeste.

 Durante la estadía en el lugar se aprovechó la oportunidad para inspeccionar la proa del rompehielos, donde se advirtió la primera avería. Finalizada esta operación emprendió el regreso a Esperanza donde llegó a los tres días, luego de encontrar la derrota en mejores condiciones que a la ida.

 En esta oportunidad, se inspeccionó nuevamente la avería del rompehielos y se encontró que se había incrementado con respecto a lo verificado en Robertson.

 Con respecto a esta penetración, se dudaba a bordo de su factibilidad, por los antecedentes comprobados en la primera y por la avería producida. El Comando del Grupo consultó con el comandante de ka U.T.7.8 para saber si, con los elementos que ya había en la isla, sería suficiente para apoyar el vuelo. La contestación negativa obligó a realizar una segunda penetración, a pesar de las duras condiciones glaciológicas y la disimulación operativa del buque. La misma demandó cuatro días, pero antes de llegar y a la vista de su destino, estuvo apresado en los hielos sin poder desembarcar la carga que llevaba, para completar el alistamiento de la estación aeronaval secundaria.

 A esta altura del relato se entrecruzaron los acontecimientos con lo que ocurría en la U.T.7.8, que se encontraba en Río Gallegos, a la espera de iniciar el vuelo con condiciones meteorológicas adecuadas, y resulta difícil expresar en forma coordinada lo que estaba ocurriendo en ambos escenarios al mismo tiempo. Se dejará de lado, mientras tanto, lo ocurrido en la cabecera del vuelo, hasta que se narre esa operación. Sólo se debe comprender que, a principios de esa década, la confiabilidad de las comunicaciones y la ineficiencia de los equipos, no aseguraban un fluido tráfico entre promotores y destinatarios, produciendo inconvenientes que interferían en el normal desarrollo de las operaciones.

 Hecha esta salvedad, para una mejor comprensión de los acontecimientos, se continúa con el relato, que nos lleva al rompehielos que trataba de completar los trabajos de terminación de la estación cuando, sin esperar  la orden del comandante del Grupo, con un pronóstico favorable, los aviones decolaron iniciando el Plan Ruta Oeste. En la estación de apoyo, aún no estaba totalmente finalizada la pista, no funcionaba el radiofaro, no tenía montado el sistema de R.T. ni de apoyo meteorológico previsto por el Plan, para utilizar antes y durante la ejecución del vuelo. Debido a ello y por las condiciones de visibilidad imperantes en el lugar, se entendió que el decolaje de los aviones dando comienzo al Plan era prematuro y se ordenó el regreso de los mismos a Río Gallegos. Los comentarios que circularon en la época, con respecto a la disciplina de la operación, inclusive en la información de los diarios, daban a entender que existían desinteligencias entre el Cte. del Grupo Naval Antártico y el Cte. del Vuelo. Podría ser que existieran algunas diferencias de criterio con respecto al nivel de seguridad de la operación a realizar, y que las demoras en las comunicaciones impidieran un correcto intercambio de intenciones, pero el Cte. Del Grupo ha dejado expresa constancia que la suya, no fue coartar la libertad de acción de sus subordinados. En definitiva los aviones volaron el día 10, arribando con todo éxito a la estación Cap Campbell.

 Retomando el relato de la derrota de regreso del rompehielos, la misma fue bastante penosa ya que quedó atrapado en ese lugar durante varios días. En efecto el día 10 y estando ya en condiciones para zarpar de regreso, la zona además de la mala visibilidad tenía hielo amonticulado de 10 décimos. Esta situación se mantuvo hasta el día 21 de diciembre; durante este período el viento sopló con variadas fuerzas y direcciones hasta que ese día se formó una laguna que se fue agrandando paulatinamente. El buque zarpó en su demanda, pero luego quedó atrapado nuevamente por hielos que presionan contra el casco. El día 25 recién pudo encontrar otro canalizo navegable, y navegó unas 5 millas hasta que nuevamente quedó detenido el día 26 cuando se cerraron las lagunas.

 A partir de ese día notaron intermitentes movimientos de suave presión entre los bandejones y pequeñas lagunas como si fuese un flujo de mareas, hasta el día 1º de enero, que se notó que el campo de hielo que se navegaba era de descomposición, y los bandejones que habían perdido resistencia se rompían y separaban con bastante facilidad. El movimiento del campo le permitió salir al buque de su posición, y el día 2 de enero del nuevo año pudo seguir navegando entre bandejones, hasta llegar a un desprendimiento de barrera tabular gigante de unas 16 millas de largo, la que hubo de bordear por su extremo sur y seguir navegando para regresar a Esperanza. Llegó el 5 de enero y se reunió con el petrolero para reabastecerse.

 Nuevamente al llegar a Esperanza se comprobó que el rompehielos había aumentado su avería proel, al mismo tiempo que el timón tenía la vía corrida 15º a una banda y las plantas de propulsión y eléctrica presentaban serias anormalidades.

Reaprovisionamiento y relevos de Belgrano y Ellsworth.

Dificultades operativas

Como consecuencia del estado operativo del rompehielos, el Comando apreció que solo podría transportar una reducida cantidad de carga a las bases en cuestión, por lo que dispuso que se transportaren los víveres y el combustible necesarios para un año, y los materiales necesarios para asegurar la continuidad de la actividad científica durante 1962. Tal material fue seleccionado por el personal entrante de ambas bases.

 El día 6 de enero, se completó el vuelo que llegó hasta el Polo Sur, y el Comando del Grupo efectuó una rápida apreciación de la situación que era la siguiente:

 

1)       La U.T.7.8 no tenía necesidades que exigiesen la llegada del rompehielos para apoyarla.

2)       Tres hombres de la Base Belgrano, podrían ser evacuados por aire, mientras que el resto había manifestado que permanecería en forma voluntaria otro año más y no tenía necesidades de reaprovisionamiento.

3)       El personal de la base científica Ellsworth, dependiente del Instituto Antártico Argentino, que no permitía la evacuación de éstos por aire, también había manifestado su aquiescencia a quedarse en forma voluntaria, aunque no recibiesen material científico, podría elaborar un nuevo plan de trabajo y tenía provisiones para todo el año.

4)       Había sido necesario destacar al “Punta Médanos”, por sus averías, por lo cual el rompehielos sólo podría recibir el máximo de combustible que el “Chiriguano” y el “Bahía Aguirre” pudiesen entregarle.

 

Todas  estas circunstancias hubiesen hecho perfectamente factible no intentar la penetración hasta las dos bases, sin embargo se prefirió hacerlo con el fin de asegurar el relevo y reaprovisionamiento de ambas, o bien si ello no era posible, alcanzar un punto tal al oeste del cabo Norvegia,  en que resultase factible el relevo total de ambas dotaciones, por medio de los aviones de la U.T.7.8, la que, para tal fin, recibió la orden de permanecer en Ellsworth.  

Area de operaciones en el Mar de Weddell

 Tomada la decisión zarpó el buque de Orcadas, el día 9 de enero y después de cinco días de navegación recaló en la barrera al sur del cabo Norvegia, entró al canal costanero y atracó finalmente en la Base Gral. Belgrano el 16 por la tarde. Este tramo de la derrota, si bien la hizo entre hielos, la densidad de los mismos, no sobrepasó nunca las 3 décimas.

 Luego de efectuar el relevo del personal y reabastecimiento de la base, zarpó al día siguiente para Ellsworth donde llegó el mismo día. Efectuó la misma tarea que en la anterior y rápidamente emprendió el regreso a Esperanza, a última hora del mismo día 17.

 La derrota de vuelta, se hizo con las mismas condiciones glaciológicas, y salvo el 20 que necesitó hacer una exploración aérea, en el resto no tuvo otras dificultades, aunque encontró la densidad un poco superior a la de ida. Se destaca la diferencia de las condiciones de este año comparadas con las de los años anteriores, lo que corroboró la impresión existente sobre la dificultad de efectuar pronósticos de hielo, basándose en estadísticas de observaciones anteriores.

VUELO AL POLO SUR

Antecedentes del vuelo. Necesidad de su realización

Hasta el año 1960, los relevos y abastecimientos de las bases del mar de Weddell: Ellsworth y Belgrano, se realizaban por el este, siendo necesario que el rompehielos ARA “Gral. San Martín”, único buque   que podía llegar, navegara hasta longitudes situadas muy al este( 15º / 20º ), en derrotas largas y penosas, que no siempre hacían posible el arribo hasta las bases, como había ocurrido por ejemplo en la campaña 1959-60.

 Así se pensó en que sería interesante llegar a las bases nombradas por la parte oeste del mar de Weddell, es decir costeando la península antártica. En caso de ser esta ruta factible el camino a recorrer sería más corto, a la vez que aportaría una ruta alternativa, con el consiguiente ahorro de tiempo y presupuesto.

 En las expediciones de Finn- Ronne y Lassiter ya habían encontrado canales costaneros a lo largo de la barrera de Larsen hasta el cabo Adams, durante la última parte del invierno y la primavera. Posteriormente, en 1958, el rompehielos encontró las mismas condiciones explorando la ruta del oeste, y llegó algo más al sur de los 60º de latitud, sin embargo por diversas circunstancias frente al cabo Agassiz, resolvió continuar por la ruta del este ya conocida; sólo había encontrado dificultades con el hielo a la altura de la isla Vicecomodoro Marambio y en las cercanías del estrecho Antarctic.

 Por otra parte durante la campaña 1960-61, los aviones Beaver encontraron 180 millas al oeste de Ellsworth aguas libres,  lo que indicaría que bastante más occidente de la barrera de Filchner existirían condiciones de hielo que permitirían el arribo desde el norte. Tal como se ve, era muy escasa la información que se tenía de esa ruta alternativa, y tampoco se conocía el territorio al sur de la barrera de Filchner.

 Asimismo se pensaba, como circunstancia favorable que, si el rompehielos utilizaba la ruta del oeste para legar a Belgrano y Ellsworth, lo haría en una época más temprana, lo que lo liberaría para realizar otras tareas en las demás zonas antárticas, siendo posiblemente innecesaria la utilización de otros buques, que no eran aptos para operar en las zonas con hielo.

 Todo esto indicaba la conveniencia de efectuar un vuelo de exploración por esa ruta, que diera un conocimiento cabal de sus condiciones y posibilidades de uso.

 Se conocía que la zona más peligrosa para los vuelos, bajo el punto de vista meteorológico, era la comprendida entre los cabos Agassiz y Adams, lo que podía obligar a las aeronaves a aterrizar en lugares imprevistos y a permanecer en ellos; esto determinaba que debían llevar víveres y medios de supervivencia. Además el  Servicio de Meteorología Naval informaba que la época más conveniente para realizar el vuelo era la segunda quincena de noviembre y todo el mes de diciembre.

 En la campaña 1960-61, en el Parte de Viaje el comandante del rompehielos recomendaba: “desde el punto de vista interno, se considera de especial significación que la Aviación Naval efectúe en la próxima campaña un vuelo al Polo Sur, utilizando como base de reaprovisionamiento la Estación Científica Ellsworth y como apoyo los buques del Grupo Naval Antártico  en las islas Shetlands y el rompehielos en el mar de Weddell”.

El Comando del Grupo apoyó la idea y lo elevó al Comando de Operaciones Navales y le ordenó al Comando de la Aviación Naval que estudiara la factibilidad de la operación. Éste le dio intervención al Comando de Transportes Aeronavales, cuyas escuadrillas contaban con los aviones C-47, los que podrían realizar este vuelo.  

 Este Comando en consecuencia informó a sus superiores la posibilidad de alistar dos aviones e intentar un vuelo al Polo Sur, siempre que se arbitraran las medidas logísticas de apoyo y los requerimientos que para tal fin se solicitarían. Finalmente se aprobó la realización de la operación y comenzó la planificación en coordinación con el Grupo Naval Antártico y las Direcciones Generales necesarias para satisfacer los requerimientos operativos y logísticos. El plan resultante fue el denominado Plan “Ruta Oeste” y que se incorporó con anexo “K” a la Orden de Operaciones, elaborada por el Grupo para la campaña 1961-62. También se le agregó a las U.T ya existentes (7.1 a 7.7) la U.T.7.8 al mando del capitán de fragata  D. Hermes Quijada, que era ese año comandante de los transportes aeronavales y compuesta por dos aviones C-47 el CTA-12 y el CTA-15, con sus respectivas tripulaciones.

  En el plan se fijaban las suposiciones siguientes:

 

1)       Que durante los meses de octubre y noviembre en la ruta oeste se encontrarían las mismas condiciones encontradas por Larsen en 1893 y el rompehielos en 1958 en latitud 68º 10’, y que al sur continuarían los canales costaneros de acuerdo a la información que se tenía de vuelos anteriores realizados por norteamericanos y propios, interrumpidos por campos de hielo cuya penetración y cruce sería factible, si se contara con información de su tipo y extensión, y que además se contaría con los medios aéreos y el adecuado apoyo meteorológico para efectuar la operación.

2)       Que de no ser posible la penetración de la ruta oeste sería factible llegar a Ellsworth y Belgrano por el este.  

Se fijo la siguiente MISIÓN: “Efectuar el reconocimiento visual y aerofotográfico de la Ruta Oeste del mar de Weddell y zona sur de Ellsworth y Belgrano hasta la máxima latitud posible, a fin de establecer una ruta alternativa de llegada a dichas bases e incrementar el conocimiento del Sector Antártico Argentino”.

 Para la ejecución de la operación se ordenó que entre la segunda quincena del mes de noviembre y el mes de diciembre se intentaría efectuar la penetración del mar de Weddell por el oeste hasta Ellsworth; se deberían realizar estudios hidrográficos y oceanográficos del área marítima empleando el rompehielos, apoyándolo con adecuada exploración aérea e información meteorológica. Se le ordenó además a la U.T.7.8 efectuar el reconocimiento aerofotográfico de las zonas adyacentes a la Ruta Oeste, en especial al sur de Ellsworth y Belgrano hasta la máxima distancia posible de la barrera. Se debían emplear dos aviones C-47 apoyados logísticamente por el rompehielos, su Grupo Aeronaval Embarcado y meteorológicamente con todas las bases y destacamentos.

 Se le impuso al rompehielos iniciar la penetración por la Ruta Oeste, cuando se lo ordenara, debiendo hacer a lo largo de la misma y en los lugares que se le indicarían, depósitos de combustible y víveres, debiendo proveer ayuda radioeléctrica y meteorológica y todo apoyo a las necesidades de os aviones C-47. A los demás buques del Grupo se les ordenó que ocuparan diversas posiciones a confirmar, para prestar también los apoyos mencionados.

 La Unidad Aeronaval debía reconocer y señalar zonas aptas de aterrizaje para ella misma y para los C-47 en las islas Roberts, Dundee, Robertson y bases Esperanza y Ellsworth, y a lo largo de la ruta en lugares a precisar oportunamente; también debía instalar depósitos de combustible y cooperar con las tareas de reconocimiento que efectuarían el rompehielos y los aviones de la U.T.7.8, debiendo estar preparado en todo momento, para realizar tareas de búsqueda y rescate, en especial de las tripulaciones de las aeronaves.

 Finalmente a la U.T.7.8 se le fijó la tarea de efectuar la exploración y reconocimiento aerofotográfico debiendo además explorar la Ruta Oeste del Weddell en la fecha que se le ordenara y manteniendo permanentemente informado al Comando del Grupo sobre la factibilidad de la misma. Para las normas de seguridad debía adiestrar previamente a su personal en la supervivencia en tiempo frío, llevando la menor dotación posible y el menor peso compatible con la seguridad de la operación  sin exceder las veintiocho mil libras, debiendo cumplir una serie de normas que fijaban las acciones a seguir, de acuerdo a las diversas circunstancias que se fueran presentando. Como resumen se puede decir que, nunca debía decolar de una estación si no estaba asegurado el regreso al punto de partida. Esta unidad debía estar lista para operar a partir del 15 de noviembre de 1961.

 El plan expresaba como concepto de la operación que ésta se basaba en un trabajo de equipo entre el rompehielos, la Unidad Aeronaval y los C-47, debiendo los dos primeros inicialmente reconocer zonas aptas para el aterrizaje de los aviones en los puntos ya mencionados, para ser usados en caso de emergencia, y posteriormente se debía hacer un depósito de combustible y víveres y señalar una pista en Robertson, desembarcando el grupo de apoyo de tierra y los repuestos de los aviones, que usarían dicha isla como base de operaciones. Una vez realizado esto, el rompehielos con el Grupo Aeronaval Embarcado tendría que seguir su derrota hacia el sur, suponiendo que por lo menos podría llegar al cabo Agassiz como en 1958, señalando otra pista y depósitos para los C-47, y si la penetración fuera posible más al sur se debía hacer lo mismo en as islas Dolleman o Steele, de acuerdo a la que reuniera las mejores condiciones y en las cercanías del cabo Adams. Si el rompehielos no pudiera llegar a este último punto, la tarea la debían realizar los Beaver y helicópteros.

 En ese momento el Plan, consideraba que se podían presentar dos alternativas la primera preveía que si los C-47 se podían reunir con el rompehielos en la isla Robertson, o que éste se encontrara ya efectuando su penetración más al sur, le debería proveer a los aviones el apoyo radioeléctrico y meteorológico hasta su llegada a Ellsworth. Una vez decolados de Robertson le debían informar al buque las condiciones de hielo y si estas fueran favorables debía continuar su derrota a Ellsworth, en caso contrario debía hacer la penetración por la ruta del este debiendo los aviones esperar su llegada en esa base científica.

 Una vez allí reunidos, el Grupo Aeronaval debía reconocer y señalar una nueva pista al sur de la montaña Pensacola, para ser utilizada por los aviones en su reconocimiento aerofotográfico al interior del continente al sur de Ellsworth y hasta la máxima distancia posible. Después de cumplir esta tarea, el Grupo debía permanecer en el lugar como apoyo, salvamento y rescate de los aviones. El regreso debería ser emprendido por todas las aeronaves juntas.

 El Plan se completaba con una serie de anexos reglamentarios, debiendo destacarse la organización y realización del plan de comunicaciones y los de apoyo RUT y meteorológico a cumplir en las distintas etapas del vuelo.

La preparación del vuelo

Todas las acciones destinadas a preparar a las aeronaves se emprendieron en la base del Comando de Transportes Aeronavales situada en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza. Si bien las tripulaciones de la Aviación Naval tenían la experiencia en vuelos en zonas frías, porque hacía algunos años que se operaba en la Antártida, no tenían el nivel necesario para ejecutar la misión que imponía este plan. Debido a ello se empezó a trabajar apelando a toda la información extranjera que existía al respecto, tanto para el adiestramiento de las dotaciones y la supervivencia en zonas de extremo frío, como en la preparación técnica de las dos aeronaves participantes; para ello fue necesario que el personal afectado a estas tareas, incluyendo los de la Base Aeronaval Punta Indio, trabajara por turnos durante las 24 hs. del día. Uno de los trabajos importantes en las aeronaves fue la instalación de soportes de esquís y para JATOS, que serían utilizados para el decolaje en las pistas de nieve, seguramente los primeros y eventualmente los cohetes, de acuerdo al peso de los aviones, la velocidad del viento y la temperatura ambiente.

 El adiestramiento de las tripulaciones también fue muy intenso, en especial de los pilotos que debían llegar a aterrizar en condiciones de visibilidad cero, utilizando instrumental, llegando a tocar tierra controlado por el copiloto y radioaltímetro. También fue necesario que se adiestraran en el aterrizaje con esquís, maniobras éstas que por supuesto se hicieron en forma simulada.  

Avión C 47 de la Aviación Naval aterrizado en una posta de combustible improvisada, nótese el agregado de grandes esquíes  de aluminio bajo las ruedas del tren de aterrizaje principal.

 Previo a la iniciación de la operación los aviones volaron cien horas cada uno, las que fueron utilizadas para realizar navegaciones de largo alcance para comprobar el funcionamiento del instrumental y el material de los aviones, y adiestrar a las tripulaciones. Para ello efectuaron vuelos internándose en el mar cien/ ciento cincuenta millas; para este tipo de navegaciones se simulaba la nulidad del compás magnético, previendo que en la tercera etapa este instrumento daría valores erróneos, por lo que se trabajó en base al compás polar y giro direccionales. También comprobaron el alcance del radiocompás que, sobre tierra, obtuvo marcaciones a 300 millas de distancia y, para un adiestramiento más completo realizaron un vuelo en DC-4 hasta e estrecho Antarctic en la Antártida, y regreso a Buenos Aires utilizando todos los tipos de navegación, que se podía presentar durante la operación esto es: observada, estimada radioeléctrica y astronómica.

 En el aspecto de la supervivencia, tan importante en caso de que las aeronaves tuvieran que efectuar aterrizajes no programados, además de dictarse clases por médicos especializados, en la Base Naval Mar del Plata practicaron con chalecos y balsas salvavidas, y trajes antiexposición; también realizaron zafarranchos de abandono en el mar y en tierra llegando a desalojar el avión en un tiempo promedio de un minuto. Como fue además preciso instalar los sistemas de oxígeno, se ensayó su uso realizando vuelos en altura.  

Transporte C-47 con sus seis tripulantes  finalizando carga de combustible en una pista improvisada sobre un glaciar en la Antártida Argentina.

  Con respecto a la cartografía que había que usar en el vuelo, había muy poca información y al sur de Ellsworth, o sea para la penetración aérea del continente, prácticamente nula. Se realizó por parte de oficial navegante del vuelo, un intenso trabajo de recolección de informaciones procedentes de diversas fuentes entre ellas los apuntes personales del capitán de navío de la armada norteamericana Finn Ronne que había volado la zona en 1947 y 1957; Gral. Pujato que desde la Base Belgrano había llegado hasta la latitud de 83º 30’ avistando las que luego serían llamadas montañas Pensacola, Theron, etc. Y del Dr. Vivian Fuchs, que también había volcado en un libro sus croquis, tomados durante un cruce del continente. Toda esta recolección permitió confeccionar una carta cuyos datos no se sabía qué exactitud podría proporcionar, pero era el elemento mejor con que se contaba.  

Mapa de la Antártida con la ruta seguida por ambas aeronaves y la firma de los protagonistas.

 Posiblemente llame la atención hoy en día, que se realizan permanentemente vuelos transpolares, las dificultades que existían en aquella época para volar hacia el Polo, pero debe recordarse que la aeronavegación era: visual  y/o radioeléctrica o sea con radiofaros, la estima se realizaba con rumbos de compás y velocidad con radar doppler, y astronómica, cuyas alturas debían obtenerse con sextante a burbuja.

 Hoy sabemos que con la computación, el piloto inserta en sus instrumentos la latitud y longitud del punto de destino, y el avión arriba sin ningún problema, realizando sus programas todas las correcciones necesarias para eliminar aquellos errores producidos por los diversos factores, que inciden en un vuelo, y que pueden desviar la trayectoria.

 Es fácil comprender pues la importancia que tenían para este vuelo los pocos instrumentos con que se contaba, donde se esperaban muy malas visibilidades, tanto de la tierra, con del cielo, para las observaciones astronómicas. Sobre finales de la preparación todavía se presentaron dificultades con el ajuste del compás polar y el radar doppler de navegación.

 Todos estos problemas derivaron en un atraso del alistamiento de los aviones que sólo quedó finalizado par principios de diciembre. Se recordará que el plan decía que esto debía ocurrir para el 15 de noviembre, con lo cual, ya se llevaban veinte días de atraso con respecto a la fecha original.

 Mientras esto ocurría en la Pcia. De Buenos Aires, el rompehielos a partir del 13 de noviembre ya se encontraba trabajando en el reconocimiento y marcado de pistas en Esperanza, islas Roberts y Dundee, llegando posteriormente el día 28 a la isla Robertson para la preparación de la estación aeronaval auxiliar, que luego sería bautizada con el nombre de Capitán Campbell, e inmediatamente se procedió a realizar el reconocimiento y señalización de la pista, que se situó a veinticinco Km. De la costa. En los primeros días de diciembre, y con los aviones de la U.T.7.8 todavía en Ezeiza, se instaló el campamento y se incorporaron equipos, repuestos y víveres, quedando también instalada la radio. Todo quedó listo en ese primer punto de aterrizaje en la Antártida el día 4 de diciembre.

Las operaciones del vuelo. Llegada hasta el Polo Sur

El 5 de diciembre, luego de una pequeña ceremonia, decolaron ambos aviones con rumbo directo a Río Gallegos, lugar habitual de espera para intentar el cruce a la Antártida, de acuerdo a las condiciones meteorológicas, aunque debieron realizar una  escala no programada en la Base Aeronaval Cte. Espora por un desperfecto en el compás polar del CT-15; subsanado éste se continuó viaje al lugar de destino, arribando en las últimas horas de la tarde. Dado que e pronóstico para el cruce no era favorable, permanecieron en espera y se le pusieron los esquíes a los aviones.

 El día 7 después de 13 días en que no había pronóstico favorable para el cruce, la central meteorológica de Río Gallegos, informó que las condiciones eran buenas para intentarlo. A partir de ese momento, se produjo uno de los inconvenientes ya relatado, debido a la falta de confiabilidad de las comunicaciones, en efecto ante la circunstancia de un buen pronóstico el Cte. De la U.T.7.8, por la mañana, solicitó permiso para decolar no obteniendo respuesta del Cte. Del Grupo Naval Antártico, quien de acuerdo al Plan debía autorizarlo. Cerca de las 13 hs. se reiteró el pedido y los aviones decolaron hacia la Antártida y como tampoco recibieron respuesta, ya en viaje, volvieron a reiterarlo y finalmente cuando los aparatos estaban a 30 millas al sur del cabo de Hornos recibieron la orden del Cte. Del Grupo, embarcado en el rompehielos, de regresar por mal tiempo. Posteriormente en el análisis de los hechos se comprobó que el pronóstico de Gallegos no coincidía con el realizado en el rompehielos. Este evento, como se relató en el desarrollo de la campaña 1961-62, originó comentarios suspicaces, sobre la disciplina de la operación y la libertad de acción para operar de los aviones.

 No obstante en los primeros minutos del día 8 recibieron la orden de cruzar, y luego de un intercambio de informaciones se decidió decolar, maniobra que se realizó en las primeras horas de la tarde, con el apoyo meteorológico de un DC-4, el CTA-2, perteneciente también a Transportes Aeronavales. Ya sobre el Drake, este avión informó severa formación de hielo y condiciones meteorológicas desfavorables lo que provocó que por segunda vez regresaran al punto de partida.

 El mal tiempo siguió demorando la misión hasta el día 17 en que la tendencia mejoró y se decidió decolar al día siguiente al alba. Luego de más de dos horas de vuelo, sobre cabo de Hornos debieron soportar chubascos pero sobre la base de la información del DC-4 de apoyo, bajaron a nivel del mar y en vuelo rasante pudieron continuar hasta recalar en la Antártida, bloqueando el radiofaro de la isla Decepción y sobre las 14 hs. con el radiofaro de Campbell en la proa, aterrizaron sin inconvenientes en ese lugar luego de algo más de ocho horas de vuelo, finalizando así la primera etapa de la operación.

A continuación y luego de tomar contacto con el Cte. Del Grupo Naval Antártico, el personal se dedicó a levantar las carpas donde vivirían en los próximos días que, como se verá, fueron muchos, siempre debido al mal tiempo que impedía continuar las operaciones. Cuando el tiempo mejoraba se dedicaban a llevar desde la barrera donde estaba atrapado el rompehielos, una gran cantidad de cajones con repuestos, y tambores de combustible necesarios para utilizar en la segunda etapa del Plan que finalizaría en Ellsworth.

 Mientras tanto los Beaver del Grupo Aeronaval del rompehielos, continuaron explorando hacia el sur, pero no encontraron las condiciones del hielo apropiadas como para que el buque continuara su penetración por esa derrota, por lo que se decidió abortar esa parte del Plan y cuando se pudiera zarpar para llegar a las dos bases del sur del Weddell por el este, la ruta original y más larga. También habían comprobado la factibilidad de que los C-47 aterrizaran a lo largo de la barrera en su viaje de 930 millas que lo separaban de su próximo destino.

 En esos largos días los integrantes de la U.T.7.8 se dedicaron a realizar el adiestramiento de zona fría, el decolaje y aterrizaje con esquís y el acostumbramiento y la solución de los inconvenientes derivados de la operación en zonas con nieve. Uno de los problemas que se presentaron, con los aviones estacionados en tierra, era el viento, así que necesitaban estaquearlo para que no se movieran, a la vez que amontonaba nieve, al lado de los esquís y la cola y se metía en los motores y tubo pitot, siendo necesario cubrirlos. También comprobaron que cuando s endurecía la nieve y los esquís quedaban enterrados en el hielo, se hacía sumamente difícil desenterrarlos; fue necesario agudizar el ingenio e inventar un sistema, levantándolos con gatos sobre maderas, para luego bajarlo a tocar la nieve, antes de un vuelo.

 Durante el rodaje en la nieve, por la adherencia de los esquís, el avión maniobraba dificultosamente, se carecía de los frenos y no se podía reducir completamente la potencia de un motor porque el aparato se detenía. Si esto llegaba a suceder, de inmediato los esquís se soldaban a la nieve en muy poco tiempo; en una palabra, del rodaje había que pasar al despegue sin detener el avión. La corrida era normalmente mayor que en los aeródromos donde se utilizaban las ruedas.

 Si bien los aviones estaban dotados de un sistema calefactor antihielo en los parabrisas, para evitar disminuir la visibilidad de los pilotos, éste operaba sólo en vuelos, pero las bajas temperaturas que soportaban en el rodaje y despegue producían hielo en la parte interna de los parabrisas; para evitar esto se pasaba un trapo con alcohol en forma continua, puesto en cuanto se dejaba de hacer, se formaba inmediatamente el hielo.

 Otra novedad que ocurría durante el despegue, a la cual los pilotos no estaban acostumbrados, era que en el momento de despegarse los esquís de la nieve, éstos operaban como flaps, por lo que el aparato tendía a elevarse, y también, como no se despegaban juntos, producían un suave bamboleo que era preciso compensar.

 Todas estas experiencias, que se obtuvieron en territorio antártico, fueron acrecentando el adiestramiento de los pilotos y tripulaciones. También no dejaron de presentarse problemas físicos ya que el personal acusaba dolencias lumbares y estomacales producto de las bajas temperaturas, la incomodidad y el mal estado de algunos alimentos. En esa espera obligada, llegó la Nochebuena, y las dotaciones de los dos aviones se encontraron en una zona inhóspita, lejos de sus hogares, sufriendo las inclemencias del tiempo, sin embargo la mora estaba alta y tenían deseos de completar lo que habían iniciado con tanta dedicación y fervor. Esa noche, donde en esa latitud y época del año casi no existe la oscuridad, fueron huéspedes de la Base Conjunta Tte. Matienzo que se encontraba en las inmediaciones, lo que les permitió estrechar vínculo con los integrantes del  la otras FFAA, y así festejar la tradicional fiesta cristiana.

 Finalmente el 26 se pudo despegar, ensayándose esta vez con un JATO, no tanto por necesidad sino para comprobar el comportamiento de los viejos C-47 con este agregado acelerador. El decolaje se hizo sin inconvenientes a última hora, poniendo proa al cabo Agassiz, y volando entre nubes, con mala visibilidad y con el radar doppler que no funcionaba correctamente; al dejar atrás el cabo mencionado se dejó de ver completamente la superficie. Este mal tiempo reinante los obligaba volar a diversas alturas, y modificar el rumbo más al oeste para evitar sistemas nubosos peligrosos para la formación de hielo.

 Continuaron volando por estima hacia el cabo Adams, donde se esperaba encontrar mejor tiempo de acuerdo a las previsiones que se manejaban, tratando de completar el trazado de cartas, reconstruir luego la derrota y utilizar correctamente los datos para cumplir el propósito del vuelo que, no debe olvidarse, era el reconocimiento aerofotográfico, y que, lamentablemente, durante algunos tramos de esa etapa, no se había podido cumplir por la presencia de las nubes, que impedían obtener imágenes fotográficas de la superficie.

 En efecto lasa nubes fueron desapareciendo, hasta quedar el cielo completamente despejado y pudieron divisar la barrera de Filchner y hacia el este el mar de Weddell que presentaba la acostumbrada imagen de sus compactos campos de hielo amonticulado. Así con visibilidad ilimitada, volando sobre la bahía Austral, ubicaron las pocas instalaciones sobresalientes de la nieve de la Base Ellsworth, y la pista señalada para el aterrizaje, el que se produjo sobre las 08 hs., y luego de volar durante nueve horas, concluyendo así la segunda etapa.

 Mientras tanto el rompehielos seguía atrapado en las proximidades de la isla Robertson y como se recordará los aviones debían esperar por él para el abastecimiento de la aeronafta necesaria; no obstante como había nafta de 80 octanos en la base, que había quedado depositada desde la campaña anterior, podía ser utilizada para el viaje hacia el sur, pero para la etapa de regreso hacia el norte, se debería utilizar los depósitos del Polo. Como los aviones usaban normalmente mayor octanaje (100/130), se consideró conveniente instalar mas soportes para otros jatos, por si la nafta de menor octanaje depositada en la base, no permitía obtener a los motores la potencia necesaria para el despegue.

 También era probable que al regreso, y ante la imposibilidad de la evacuación con el rompehielos que seguía atrapado, hubiera que trasladar a Buenos Aires hasta dieciocho hombre de las bases Belgrano y Ellsworth, que era la capacidad máxima de gente que se podía transportar.

 Se decidió pues realizar la tercera etapa en cuanto el tiempo lo permitiera, y a partir del día 29 se entró en contacto por radio con la base norteamericana de Amundsen Scott, ubicada en el Polo Sur, desde donde comenzaron a enviar muy útiles y completos pronósticos de la zona que se debía sobrevolar.

 A esta altura de los acontecimientos, se estaba listo para iniciar la última etapa, pero el Cte. De la Fuerza Antártica Norteamericana almirante Tyree, sugirió demorar el vuelo al Polo hasta el 3 de enero, para posibilitar la llegada a ese lugar de personal especializado de su Fuerza.

 En la espera llegó el momento de recibir el año nuevo, otra vez lejos de los seres queridos, pero compartiendo la ocasión con el personal de la base y además, gracias a la pericia de los radiooperadores, las tripulaciones de los aviones pudieron conversar con sus familiares que, en latitudes más acogedoras, esperaban con ansiedad las noticias del vuelo, que había comenzado hace veinticinco días.

 El día 6, ya había buen tiempo y la base Amundsen Scott, en el Polo comunicó que estaba lista a recibir a los aviones. Pasado el mediodía decolaron con rumbo sur, y luego de ir ganando altura lentamente, pasaron sobre la “Gran Grieta”, situada 60 millas al sur del punto de despegue, que unos años más adelante sería la causante de que las dos bases del sur del Weddell se convirtieran en “flotantes”, ya que esa grieta terminó por romperse, convirtiendo al asentamiento en un gran témpano derivando por ese mar. En el vuelo se empezaron a comprobar las posiciones de los accidentes geográficos asentados en la carta provisional: los picos Cordiner, las cordilleras Forestal y Santa Teresita, no alcanzándose a distinguir bien esta última. Los navegantes trajinaron para comprobar la bondad de los datos volcados, de los cuales algunas posiciones diferían bastante con la realidad. Los instrumentos de las aeronaves no funcionaron bien, ya que los radioaltímetros daban datos incoherentes y el radar doppler registraba velocidades mayores que las reales o dejaba de mostrar datos, por lo que fue desconectado, no siendo posible la navegación por estima. Los problemas del Doppler ya se habían manifestado antreriormente, quizás por la baja velocidad de utilización o posiblemente porque en la superficie plana del hielo, sobre la que se volaba, no existían punto s notables donde pudiera aplicar adecuadamente, los principios de funcionamiento. Por ello en esta etapa la navegación debió hacerse por astro compás usando el giro del tablero y sextante periscópico con azimutes de Sol cada quince minutos.

 Después de cuatro horas de vuelo ingresaron en la ,meseta antártica, una inmensa extensión de hielo llana, donde ya no se apreciaba ningún accidente geográfico, y ascendieron a nueve mil pies de altura, para tratar de comenzar a recibir señales desde el Polo Sur. No obstante no se escuchaban las señales del radiofaro de la estación del Polo, a pesar que desde allí se insistía en que su funcionamiento era correcto, pero la situación estimada de los aviones establecía que se hallaban cerca de ella. Ante esta circunstancia treparon a quince mil pies, y un poco antes d las 20 hs. el Cte. De la U.T. decidió iniciar una búsqueda cuadrada, alternativa ésta que estaba prevista en el Plan, en caso que no se en encontrara la estación norteamericana. Ésta por radio manifestó que había visto para los aviones a unas 15 millas de distancia, pero las tripulaciones argentinas no habían podido divisar sus instalaciones.

 Para el lector lego en la materia puede resultar incomprensible que desde un avión y a esa distancia no hayan podido observar las instalaciones de una base; pero es necesario aclarar que lo único visible de Amundsen Scott, eran las antenas y los vehículos dejados en el exterior, el resto de la base permanecía enterrada bajo la espesa capa de nieve.

 Transcurrida una hora de esa búsqueda, divisaron esos pocos elementos a unas 30 millas de distancia lo que los permitió a las 21. 15 hs. aterrizar en el destino final, el Polo Sur. Cuando se informó el avistaje para comunicárselo al Polo, a Ellsworth y al Cte. Del Grupo Naval Antártico, embarcado en el rompehielos, los tripulantes fueron sorprendidos por la algarabía y muestras de regocijo, demostrada por una serie de estaciones que, sin tener intervención directa, indudablemente habían permanecido en escucha, expectantes de la operación. Esto los llamó a comprender la magnitud de la hazaña que habían cumplido y en la cual, toda la Armada, había depositado sus expectativas aguardando el éxito final del vuelo.

 Al desembarcar en tierra fueron recibidos con gran alegría por los integrantes de la dotación de la base que no paraban de obtener fotografías yu filmaciones de las tripulaciones argentinas. Éstas tomaron contacto con el jefe de la estación y el de meteorología, de nacionalidad española y que tanto los había ayudado con sus acertados pronósticos, a la realización del vuelo. También recibieron una sorpresa horaria; ya que en el Polo convergen todos los usos horarios del mundo, y recordemos que la llegada se había producido según la hora argentina, que para las tripulaciones era sinónimo de cena, pero resultó que para los norteamericanos que se manejaban por el huso horario de la base Mc Murdo, la comida que compartieron con los argentinos correspondió al almuerzo del día 7. No obstante ese inconveniente horario, pudieron disfrutar de las confortables comodidades de la base que, según el concepto de los participantes de esos gratos momentos, eran inmejorables.

 A continuación las dotaciones de los aviones y de la base, realizaron una ceremonia en la cual, luego de las palabras del Capitán de Fragata Quijada, se les hizo entrega de una placa que decía: “La República Argentina a Amundsen Scott y sus hombres en el cincuentenario de su llegada al Polo Sur. Homenaje de la Aviación Naval de la Armada Argentina en su primer vuelo al Polo Sur. Campaña 1961-1962”.

  Posteriormente se dirigieron al probable lugar de situación del Polo Sur, que había sido señalado con bastante exactitud en 1957, en las cercanías de la base, por intermedio de un mástil, y allí procedieron a dar “la vuelta al mundo”, en unos pocos metros y así dar rienda suelta a los sentimientos, luego de las tribulaciones que les había deparado el cumplimiento del vuelo, en especial en el momento en que no encontraban la base.

El regreso

Se había previsto efectuar el despegue de regreso lo antes posible, para aprovechar el buen tiempo que, en esas latitudes no dura mucho por cierto, pero la carga de nafta llevó más tiempo de lo previsto; el aceite de los motores, con los casi 40º bajo cero, se había congelado y fue necesario utilizar calentadores de aire especiales, para ponerlos en marcha nuevamente.

 Los aviones habían sido cargados con mucho combustible, no sólo en sus tanques adicionales sino que también llevaban cada uno, cuatro tanques de gomas con cincuenta galones más con lo que sobrepasaban las treinta y tres mil libras, razón por la cual los mecánicos norteamericanos sentenciaron que los aviones no lograrían despegar, ni aún con los cuatro cohetes que se les habían adosado, teniendo en cuenta que la base estaba situada a tres mil mts de altura. Sin embargo, a la 06. 30 hs. del día 7, (huso horario de Ellsworth), se inició la corrida con un viento ligero y 27º bajo cero, que ayudaban al despegue. Al principio los aviones se movieron pesadamente, no por culpa de la pista que estaba en excelentes condiciones. Luego al alcanzar la velocidad de cuarenta nudos se dispararon los dos primeros jatos y con sesenta y cinco nudos los segundos y después de algo más de dos minutos de corrida, lograron despegar, dejándole a la base una gran nube de nieve y humo, que se visualizó al realizar un círculo de despedida, antes de poner proa al norte. Ello se hizo a lo largo del meridiano 41º oeste, que los llevaría a la base Ellsworth, primera etapa del viaje de regreso, y para no salirse de esa derrota se realizaron continuas observaciones azimutales de Sol.

 Esta navegación se hizo más fácil, posiblemente también por la tranquilidad subconsciente producida por el hecho de haberla ya transitado. Además el radar Doppler, por llevar las aeronaves a una velocidad superior a los ciento veinte nudos, producto de un viento de cola que ayudaba el desplazamiento, a ratos marcaba correctamente. Utilizando pues los accidentes geográficos reconocidos a la ida, los aparatos se situaron perfectamente y llegaron después de casi seis hs. de vuelo, a las 12.30 hs. a su punto de destino, donde fueron recibidos jubilosamente por los ocupantes de la base, que habían permanecido pegados a la radio durante toda la trayectoria.

 El día 8 de enero, fue dedicado al descanso bien merecido de las tripulaciones, que habían volado desde las 13 hs. del día 6, en circunstancias difíciles por las incógnitas de un vuelo inédito para los aviones navales argentinos.

 Paralelamente en esos días el grupo terrestre de apoyo, que había permanecido en la Estación Ctán Campbell, informaba que la pista con orientación 27-09 que se había utilizado en su oportunidad, se estaba deteriorando rápidamente por el avance de la estación estival, que producía agua de deshielos. Por esta razón debieron buscar otra zona más apta, y una vez elegida ésta, marcar otra posta, la que quedó materializada en una orientación 04-22, lista para ser utilizada por los C-47 cuando terminaran allí la segunda etapa del vuelo de regreso.

 Mientras tanto, se esperaba la llegada del rompehielos a las bases del sur del Weddell, caso contrario deberían intervenir los aviones de la U.T.7.8 para hacer las evacuaciones necesarias, y se aprovechó el tiempo para hacer la inspección de las treinta hs. La U.T. no tenía necesidad de permanecer en el lugar; sólo lo hizo por solidaridad con los camaradas que habiendo invernado en las bases no estaban seguros de que pudieran llegar a ser relevados por la vía marítima. En un artículo publicado en el Boletín del Centro Naval, con el título de Primer Vuelo al Polo Sur, su autor bajo el  seudónimo de Decetres, manifestó que nunca nadie escribió nada sobre esa actitud del personal de la U.T. de permanecer en Ellsworth hasta la llegada de los helicópteros del rompehielos; ésta puede ser pues la oportunidad la oportunidad para subsanar esa omisión y destacar el gesto del comandante y tripulaciones que , a pesar de sus deseos de regresar, permanecieron en la Estación durante varios días. Con estas líneas quizás, el no tan anónimo Decetres que, en su relato lleno de anécdotas, mitad en serio y mitad en broma, se delata cuando dice que es uno de los pilotos de la operación, reconozca que, finalmente, aunque un poco tarde, el gesto a quedado destacado.

  El día 16 el buque esperado llegó a Belgrano y de inmediato lanzó sus helicópteros con el personal de relevo para Ellsworth; con la llegada se descargaron algunos tambores de combustible que, aunque eran prescindibles, sirvieron para completar las aeronaves.

 Al día siguiente el comandante del Grupo Naval Antártico, saludó a los miembros de las tripulaciones, y a las 14. 30 hs. despegaron ambos aviones hacia Campbell. Al principio tuvieron condiciones atmosféricas pésimas, pero que mejoraron luego a la altura de Adams. A partir de allí se retomó la tarea de reconocimiento de la costa obteniéndose una gran cantidad de fotografías, mientras se verificaba también el borde de la barrera, y se lograba asimismo una cuidadosa observación de las características cambiantes del canal costanero.

 Cuando las aeronaves se encontraban a unas 40 millas de Campbell, el radio faro de la estación no se escuchaba pero, habiendo sobrevolado la región a la ida, reconocieron los nunataks característicos de la zona, encontrando fácilmente la estación, donde aterrizaron pasadas las 22 hs. , luego de volar durante casi ocho horas. La nueva pista marcada era el único lugar libre de lagunas, pero aún así sus condiciones eran sumamente precarias; por esta razón se hizo imperativo seguir viaje lo más rápido posible. Con esa intención se cargó combustible y se colocaron las ruedas, ya que en la próxima etapa los aviones aterrizarían en pistas de cemento.

 Esta maniobra que se terminó el día 18 a las seis de la mañana, resultó muy complicada porque las planchas de madera donde se apoyaban los gatos, se hundían profundamente en la nieve blanda y luego de cargar todos los elementos posibles de llevar de regreso, los aviones quedaron listos a despegar con un peso de treinta y un mil doscientas libras.

 Pero la meteorología, nuevamente les jugó una mala pasada, ya que una espesa niebla cubrió toda la zona impidiendo el despegue; a la tarde empeoró aún más porque empezó a nevar, pero esto era favorable para e mejoramiento de la pista. A día siguiente continuó el tiempo desfavorable y se aprovechó para cumplir la orden superior de transferir oficialmente al jefe de la base conjunta Tte. Matienzo, mayor de la Fuerza Aérea Arcondo, las instalaciones de la Estación Ctán Campbell, conjuntamente con un juego de cartas hasta el Polo Sur, conteniendo observaciones realizadas durante el vuelo. También se utilizó el tiempo de espera para continuar con los trabajos topográficos, que servirían de complemento para el dibujo de cartas de la zona adyacente a la estación.

 Por fin el 20 de enero, se pronosticó tiempo favorable para el cruce de regreso. Decolaron cerca de las 11 hs. y cuando lo hicieron los esquís de los aparatos dejaron dos bandas de agua y desde el aire vieron la gran cantidad de lagunas que quedaban en los alrededores. Se dieron cuenta que, habían partido quizás, en la última oportunidad favorable para hacerlo. Llevaban de regreso a los seis hombres, tres militares y tres civiles pertenecientes al Grupo de Apoyo Terrestre que, había arribado al lugar en el rompehielos a fines del mes de noviembre, permaneciendo en Campbell para la preparación y mantenimiento del campamento y las pistas, sometidos a las inclemencias del tiempo y las incomodidades propias de las instalaciones precarias que se habían levantado.

 El cruce del Drake, cuyo verdadero nombre es pasaje de Hoces, fue realizado con el apoyo nuevamente del DC-4 ya conocido, el CTA-2, que con esos fines había vuelto a la zona. En esta oportunidad, ¡¡que bien se porto el radar Doppler!! Claro como los aviones volaban a quince mil pies de altura y con sesenta nudos de viento de cola, el radar marcaba ciento ochenta nudos, y en ese rango funcionaba permanentemente. Pasadas las 16 hs. aterrizaron en Ushuaia, donde quitaron los esquíes que ya no los necesitarían más. La Antártida había quedado definitivamente atrás.

 El regreso a su base desde allí fue rápido, despegando al día siguiente desde Ushuaia, haciendo una breve escala en Río Gallegos, aterrizaron esa noche en Pta. Indio, para dejar elementos y equipos de esa base y también les colocaron nuevamente los esquís, elementos éstos que representaban el símbolo de la hazaña realizada, y que mostraron a su llegada, esta vez al Aeroparque de la ciudad de Buenos Aires, en la mañana del día 22 de enero, dando por finalizada la misión oficialmente.  

 Capitán de Fragata Dn. Hermes José QUIJADA

Las tripulaciones de los dos aviones bimotores Douglas C-47, eran los entonces:

Avión CTA-15 Capitán de Fragata Hermes José QUIJADA
  Capitán de Corbeta Pedro Francisco MARGALOT
  Teniente de Fragata Miguel Ángel GRONDONA
  Teniente de Corbeta José Luis PÉREZ
  Suboficial Segundo Eduardo Carlos FRANZONI
  Cabo Primero Gabino Rufino ELÍAS
     
Avión CTA-12 Capitán de Corbeta Rafael Mario CHECCHI
  Teniente de Navío Jorge Aníbal PITTALUGA
  Teniente de Fragata Héctor Albino MARTÍNI
  Teniente de Fragata Enrique Juan Ángel DIONISI
  Cabo Principal Ricardo Miguel RODRÍGUEZ
  Cabo Primero Raúl IBASCA

Fuente:La Armada Argentina en la Antártida, Campañas Navales Antárticas 1960-1980. Fuerza Naval Antártica-Armada Argentina, Capitán de Navío (R) Carlos Alberto Coli 

Volver